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YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS:

YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS:

EL TSUNAMI DE LA TECNOLOGÍA
 
Yurimia Boscán
 
 
Finalizando el siglo XX tuve que reconocer, a pesar de mi resistencia, que tanto a mi generación como a todas las que nos sucedieran, nos sería imposible escapar de la tecnología; sin embargo, poco sospechaba el alcance que esta nueva Era traía consigo.
 
Acercarme al “mundo de lo desconocido” trajo, adjuntas, exigencias cada vez mayores: No bastaba con saber usar la computadora, había que comprender su lenguaje, la dimensión de los nuevos códigos que se desplegaban ante nuestro ojos atónitos, apenas balbuceantes ante la fusión de letras y números que pusieron a nuestro alcance los teléfonos celulares, resuelto en aquello que, en lingüística, constituye una propiedad del lenguaje llamada Redundancia (que no es más que superabundancia de información para salvar cualquier “ruido” y garantizar la fidelidad del mensaje). La fórmula de los “800-cualquier cosa”, al fundir dos sistemas de códigos, aparentemente irreconciliables más allá del campo de la física, la química o las matemáticas, se constituyó en la primera síntesis de un sin fin de posibilidades para poder decir (nos).
 
Mi asombro en modo alguno debe haber sido diferente al de nuestros abuelos y nuestros padres, pues mientras los primeros debieron presenciar, a finales del S XIX, cómo la llegada de la máquina impulsaba la Revolución Industrial y ésta a su vez, daba vida a nuevos y modernos medios de transporte; los segundos, desde los años setenta, fueron testigos de la consolidación de un mercado financiero en todo el mundo, el cual apenas desdibujaba lo que devendría en la llamada “aldea global” donde hoy habitamos.
 
Mi generación, la que quedó atrapada entre dos aguas y fue arropada por la tecnología como si de un tsunami se tratara, tuvo que salvar las distancias genéticas con los hijos y nietos, y encima, romper los viejos esquemas que por décadas nos encasillaron en una sola manera de ver, pensar y sentir la realidad: La vertiginosidad, que siguió acelerando su ritmo, transformó definitivamente nuestra visión del mundo y la manera de conectarnos y relacionarnos con él y con el conocimiento.
 
Parafraseando a Sybil Caballero[1] (2008) la tecnología, al transfigurar los espacios socioculturales, ha generado “la aparición de nuevos métodos, herramientas y espacios de transmisión de saberes”, por lo que no duda en afirmar que, en estos tiempos, ni se lee ni se escribe ni se enseña ni se aprende igual, amén del necesario “salto ético” que debe dar la escuela en su proceso de integración a la comunidad.
 
A la luz de lo señalado anteriormente, las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación ponen en evidencia los vacíos de la llamada Modernidad y contribuyen a desbancar los sacrosantos discursos hegemónicos vinculados al conocer, al saber, a la manera de enseñar y a la manera de aprender, por nombrar solo algunas categorías en crisis.
 
La sola llegada de las TIC desbarató los modelos que la sociedad había construido para sustentar los paradigmas que propugnaban las llamadas Ciencias Sociales (entre ellas la Historia, la Lingüística, la Sociología, por nombrar apenas tres),
 
Los discursos emergentes que cuestionaban, replanteaban y dudaban de todo, tomaron los espacios antes consagrados a la Academia, y además de relativizar el saber, también lo democratizaron, pues con la llegada de internet, todo está al alcance de todos: el conocimiento dejó de ser un sitial para privilegiados.
 
Tareas.com
 
Si hacemos un poco de memoria, recordaremos el boom que caracterizó a la década de los 90 cuando el sector privado, a la vanguardia de la creciente globalización de los mercados, comenzó a incentivar el uso de internet a través de los llamados cyber cafés.
 
El campo de la pedagogía, como un nuevo lenguaje, también fue vislumbrado con nitidez por este sector. Para muestra, los millones de juegos educativos y las innumerable páginas que pululan en la web ofreciéndose como alternativa para ayudar a los estudiantes a realizar sus deberes, llegando algunos a auspiciar su uso sin ningún manejo ético (recordemos la cuña de TV que incitaba al niño a mentirle al maestro con respecto a dónde había obtenido una información que había sacado de la página de tareas de la web). Impensable encontrar en ese entonces un infocentro o algo parecido sufragado por el Gobierno
 
No obstante, a pesar de su retraso en comparación con Brasil, Chile o Argentina, a partir del año 2000, con la celebración de la Cumbre del Milenio (New York) nuestro país también se suma a la democratización del uso de las TIC, y el Gobierno diseña un conjunto de políticas públicas (que van desde lo legislativo hasta lo más operativo) que se han constituido en pasos agigantados para impulsar la conexión tecnológica en todos los ámbitos de la sociedad.
 
 Sin embargo, cabría preguntarse si el esfuerzo destinado a promover el acceso y uso de las TIC es suficiente, pues dado los niveles de resistencia encontrados en diversos sectores de la población, también se hace necesario prever estrategias para que los nuevos paradigmas se acepten sin barreras.
 
 Para nadie es un secreto que el concepto de estos espacios, dirigido a la gente joven en su gran mayoría, deja por fuera a una recelosa y acomplejada población que se avergüenza de mostrar su ignorancia públicamente. De hecho, es difícil encontrar --salvo en algunos Centros Bolivarianos de Informática y Telemática (Cebit)-- a los encargados de un infocentro o un cyber fungir de facilitador en el uso de las máquinas, pues en su mayoría éstos se limitan a “administrar” el lugar. En el caso de los cyber privados, hijos de la postmodernidad, el sentido del tiempo suele estar ligado al “uso-consumo” de la computadora, lo que refrenda aún más el selectivo e individualista grito de “sálvese quien pueda”. Salvo el pago del tiempo por consumo, la realidad no es muy diferente en algunos infocentros, con las honrosas excepciones que puedan existir.
 
La vergüenza a la que me refería en el párrafo anterior, es similar a la que manifestaban mis padres cuando los incitábamos a probar las bondades de los cajeros automáticos. Para ellos era preferible vivir el suplicio de estar más de una hora de pie en la cola de un banco, antes de poner en evidencias sus vacíos en cuanto al manejo de una máquina dispensadora de dinero. Esa pena jamás la he visto en los comportamientos de mi hija Camila, de seis años de edad, ni en mis alumnos de primaria, pues “atreverse” es una condición que viene inscrita en sus cerebros, como si de una suerte de “chip” se tratara, un verbo que ya viene conjugado en sus “discos duros”, diseñados para enfrentar el ensayo y el error como algo común en ese universo de cosas que les son atractivas por desconocidas.
 
 
Políticas Públicas: ¿una luz en el camino?
 
Para analizar la acción de Estado frente al fenómeno de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, es pertinente revisar algunos conceptos sobre lo que son y abarcan las Políticas Públicas.
 
En su texto Los estudios contemporáneos de políticas públicas, Mariángela Petrizzo Páez señala:
 
“Las políticas públicas son el instrumento principal de la actuación gubernamental. Asumiendo ésta última como la acción de conducir los destinos de un país, las políticas públicas son el timón a través del cual se conduce. Sin embargo, aunque suele señalarse que las políticas públicas se orientan a la resolución de problemas; está claro que más allá de ese fin inmediato, persiguen la detección y la corrección de desigualdades producto de otras acciones gubernamentales. Además, las políticas públicas obran también como acelerador o como freno, de la nave, operan como catalizadores o dilatadores de los procesos políticos”.
 
 
       Como bien lo refrenda la cita anterior, las políticas buscan detectar y corregir las desigualdades En tal sentido, se mantienen en franca sintonía con nuestra Carta Magna, las Metas del Milenio y los objetivos del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-2013, llamado también Plan Simón Bolívar.
 
Como es bien sabido, el desarrollo mundial de la llamada Sociedad de la Información impulsa a Latinoamérica a tomar iniciativas que posibiliten su inserción en éstas, para luego darle empuje a los programas y proyectos relacionados, por medio del apoyo a las industrias de tecnología existentes y emergentes, la universalización del acceso a Internet, la modernización del aparato del Estado por medio de las TIC, la interconexión de los centros educativos y la promoción del país como polo tecnológico.
   
Revisemos lo que al respecto dice  Fernando Girard (2000):
 
 “La información se está convirtiendo, más que nunca, en un bien inapreciable, cuyo valor crece con el tiempo y se vuelve un recurso crítico para el desarrollo. Las ventajas comparativas de las naciones se expresan ahora como la habilidad de los países para adquirir, organizar, hallar y diseminar la información por medio de la comunicación, de las tecnologías de procesamiento de la información, y de complejas redes de información que den soporte a la hechura de políticas y al proceso de desarrollo” (Vikas Nath, Knowledge Networking for Sustainable Development, London School of Economics, 2000).
 
 
.Sin embargo, si ponemos la lupa en algunos organismos de la administración pública, nos damos cuenta de que sectores como salud, educación o la agroindustria, ni tienen sus procesos automatizados ni mucho menos poseen servicios en línea, más allá de alguna que otra página web con informaciones más o menos actualizadas.
 
A esto le sumamos el reducido acceso a internet por parte de los empleados (internet sigue siendo un privilegio para “jefes” y no una herramienta de trabajo de uso corriente y consciente) y la ausencia de una plataforma de comunicación interministerial y con la sociedad, lo que se suma a la deficiencia con que muchos de estos organismos brindan, en físico, sus “servicios” al ciudadano común, quien debe ir hasta cinco veces a una oficina para poder dar con la información adecuada o resolver algún trámite que es, en definitiva, un derecho.
 
Aunque hay que reconocer que también existen organismos pioneros que han digitalizado sus servicios y eso constituye un adelanto, habría que revisar si realmente éstos llegan al “pueblo” que no tiene acceso a internet, (pienso en los poblados barloventeños de Cumbo, Birongo, Cúpira, Mango de Ocoita, por no mencionar los muchos de los Valles del Tuy y los recónditos parajes altomirandinos). Imagino qué sentirán aquellas personas que no saben cómo bajar una información de la web y necesitan pagar sus impuestos, sacar su pasaporte o consultar su centro de votación (y recuerdo que muchos de docentes me han confesado que NO saben usar la computadora). También llegan a mi mente quienes, apenas entendiendo el español (que es su lengua “nativa”), deben permanentemente seguir instrucciones en inglés, (y uno por uno aparecen los demudados rostros de mis estudiantes de pregrado, a quienes les cuesta un mundo escribir un ensayo).
 
 Mi madre, por ejemplo, entra en crisis cada vez que debe realizar algún trámite, llámese Cadivi, Ivss, Seniat, Ipas, etc. Siempre termina cancelando sumas astronómicas para que “alguien que sabe” le baje, le llene, le envíe, le clone y le robe la información (en los casos más extremos). Es la víctima perfecta, pues al tener que tramitar su queja digitalmente por el portal previsto para ello, opta por el silencio. Y como ella, hay muchas mamás.
 
Pese a lo anterior, si hablamos de lo que ocurre en los medios de comunicación y en la industria de las telecomunicaciones, nos encontramos ante la presencia de sectores que han logrado aprovechar al máximo las ventajas de internet, pues se basan en sus bondades para aumentar su productividad. Lo mismo ocurre en el sector educativo, no en lo referente a la estructura organizativa magisterial, sino a las nuevas opciones que ofrecen las TIC para acceder a cursos, especializaciones, diplomados, maestrías, bibliotecas y aulas virtuales, webblogs, webquest, wikis y un sin fin de opciones que han revolucionado nuestra manera de estudiar.
 
 Los telecentros: una alternativa creativa
Los telecentros Comunitarios Multipropósito pueden funcionar en la sede de una escuela, en el ambulatorio, la biblioteca o donde sea posible. Su ubicación está determinada por las zonas donde habitan las personas de menores recursos, quienes tendrán acceso a Internet a muy bajo costo y prestarán servicios públicos de todo tipo. Las posibilidades son innumerables, pues pueden servir como bibliotecas virtuales o para ejecutar programas de telemedicina. Se han convertido en una alternativa porque han dejado de ser sólo un punto de acceso a internet para convertirse en centros de trabajo y en lugares de formación en nuevas tecnologías.
 
Para concluir, podría afirmar que aun cuando el Estado cuenta con una plataforma en lo referente a las políticas publicas implementadas en el área de las TIC (basándose en los objetivos de la Meta del Milenio Nº 18, el Plan Simón Bolívar, los art. 108 y 110 de la Constitución Bolivariana; las leyes orgánicas del Ministerio para el Poder Popular para la Educación, y del Ministerio para el Poder Popular de la Ciencia y la Tecnología, de las leyes de Telecomunicaciones, de Protección al Niño y al Adolescente, la ley de datos y firmas electrónicas, la ley de la Juventud y los decretos 825 y 3.390) y que éstas se han diseñado en concordancia con la política social de inclusión que establece la meta Nº 18 del documento Cumpliendo las metas del milenio, publicado en el 2004 por el Gobierno venezolano y las Naciones Unidas, sería interesante revisar las acciones ejecutadas:
 
 “Dentro de la democratización en el acceso a las TIC, línea estratégica fundamental de la política de difusión tecnológica del gobierno Bolivariano, son dignos de mención y análisis algunos indicadores del programa de Infocentros del Ministerio de Ciencia y Tecnología, los Centros Bolivarianos de Informática y Telemática (CBIT) del Ministerio de Educación y Deporte, y los Centros del  programa Alma Mater que lleva a cabo el CNU-OPSU-Ministerio de Educación Superior en los centros de educación universitaria.
Los Infocentros son fundamentalmente utilizados por una población cuya edad se ubica entre 13 y 33 años, de los cuales 62% de los usuarios está en edades comprendidas entre 13 y 25 años y 17% entre 26 y 33 años. Los resultados del estudio sugieren que el programa de Infocentros tiene un impacto directo en la población joven, estudiantes de los niveles básicos y de escasos recursos económicos, ya que 80,27% de los usuarios provienen de hogares con ingresos equivalentes al salario mínimo mensual o no cuentan con ningún tipo de ingreso.
Desde el año 2000 se viene atendiendo una población de 9 millones 500 mil personas en promedio anual, incrementándose este número a 12 millones de usuarios en 2004, a partir del establecimiento de nuevos infocentros, para totalizar 50 millones de venezolanos atendidos entre los años 2000 y 2004.
Esta cifra presenta una clara tendencia de incremento proyectada a 16 millones de personas a ser atendidas en el año 2005. Este programa cuenta además con gran aceptación dentro de la comunidad ya que 79,02% declara que el programa ha traído nuevos beneficios a la comunidad.
Otro programa que es necesario tomar en cuenta, dentro del esfuerzo estatal para promover el acceso de los ciudadanos a las nuevas tecnologías, son los Centros Bolivarianos de Informática (CBITS), a través de los cuales han sido atendidos hasta la fecha 694.790 habitantes, entre los cuales se cuentan docentes, estudiantes y la comunidad en general. Estos Infocentros y CBITS demuestran el compromiso del gobierno Bolivariano de promover el uso de las tecnologías de información y comunicación, así como la atención e inclusión de los más desfavorecidos en la sociedad de la información y el conocimiento para elevar los niveles de bienestar y de desarrollo humano“.
 
A partir de estos datos, se puede reconocer la visión interdisciplinaria que persigue el Estado en lo referente a las TIC (ver lo relativo a los telecentros), no obstante, eso no basta para generar principios y normas que orienten el manejo y dominio de las TIC por parte de una población a la que aún le falta mucho para utilizar pertinentemente los servicios de Internet en la solución de los problemas de su entorno, más allá de saber abrir los correos o buscar las páginas web que se les dan como recetas, en ubicarse como sujetos reflexivos y críticos ante la maraña de mensajes que se generan en la superautopista de la información (el ejemplo más palpable se encuentra en los llamados medios comunitarios, donde todavía no se encuentra el kit del qué es una “noticia comunitaria” –el punto donde me puedo comer unas empanadas de cazón fabulosas hechas por doña Lola, o el logro de Juancito, que se graduó de bachiller- , y se sigue reproduciendo el modelo “reportero de oficina” que se contenta con leer los contenidos de los medios impresos o digitalizados que trabajan con los viejos esquemas de la comunicación, gente con serias dificultades para crear contenidos más allá del “recorta y pega”, de manera que como “buscadores” puedan asumir con responsabilidad lo que hacen, escriben y aprenden.
 
No obstante, tengo una fe inmensa en el ser humano. De hecho, cursar la maestría, ha servido para ser más optimista en relación a cómo se han venido implementando las políticas públicas inherentes a las TIC, por ejemplo, en el Ministerio del Poder Popular para la Educación, pues a pesar de que el camino es largo y estrecho, hay quienes tienen la firme intención de cambiar los viejos modos de enseñanza en el aula, por una manera menos disciplinaria, menos ortodoxa, menos castrante que sea capaz de impulsar el debate, de provocar la reflexión, de compartir los saberes, de cambiar objetos expectantes por sujetos participativos en permanente transformación.
 
Me despido con una cita de Paulo Freire, tomada del libro Pedagogía del oprimido:
 
“Cada vez nos convencemos más de la necesidad de que los verdaderos revolucionarios reconozcan en la revolución un acto de amor, en tanto es un acto creador y humanizador. Para nosotros, la revolución que no se hace sin una teoría de la revolución y por lo tanto sin conciencia, no tiene en ésta algo irreconciliable con el amor. Por el contrario, la revolución que es hecha por los hombres es hecha en nombre de su humanización”. (102)
 
 
BIBLIOGRAFÍA
 
 
 
  1. Batro, Antonio. 1999. El lenguaje digital (artículo). Publicación digital lanacion.com
 
  1. Caballero, Sybil. Jun 2007-mar 2008. Tránsito hacia lo digital en el ámbito educativo. Revista del Centro de investigaciones Aquiles Nazoa. CIAN Santillana.
 
 
  1. Esté, Arnaldo. 2007. El aula punitiva. Colección Aula XXi. Editorial Santillana SA
 
  1. Freire, Paulo. 1970. Pedagogía del oprimido. Montevideo: Tierra Nueva.
 
 
  1. Rodríguez, Luis Germán. Políticas sobre conectividad y fomento de actividades de tecnología de información, telemáquina y control (Informe final)
 
 
  1. Varios autores. 2004. Cumpliendo las metas del milenio. Documento editado por el Gobierno Bolivariano y las Naciones Unidas. CDB publicaciones. Editorial Comala.
 
 
 
 
 


[1]Sybil Lorena Caballero (Doctora.UCV), investigadora y consultora en Evaluación de proyectos, planificación estratégica, innovación e indicadores de medición. Posee numerosas publicaciones sobre Prácticas emergentes, gerencia virtual y estrategias de desarrollo.
 
 
   
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